En junio de este año se conoció el caso de secuestro, tortura y homicidio ocurrido en Collipulli, región de La Araucanía, llevado a cabo por la mediática familia Ancalaf, relacionada con el antiguo vocero de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Víctor Ancalaf.

La brutalidad del crimen fue tal que no quedó ningún rastro del cuerpo de la persona asesinada. Su único sobreviviente, en tanto, quiso entregar su testimonio a un equipo de Misión Encubierta.

Todo comenzó el 2 de junio en la comunidad Choi Lafkenche de la familia Ancalaf, lugar al que llegó bajo un engaño Ernesto Alejandro Abello Marín, conocido como «Jani».

Él conocía al clan hace años, ya que muchas veces les trabajó como mecánico, sin embargo, no pensó que en ese lugar sería atacado brutalmente por encapuchados.

«Se acercaron como cinco o seis tipos y ahí me pegaron altiro el hachazo en la cabeza. Y cuando intenté arrancar uno me pegó con una escopeta en la cara y otro me dio una apuñalada en la pierna», comenzó señalando “Jan”.

A eso se sumó golpes con una chueca en la cabeza, manos y testículos. «Lo único que me decían era ‘dime donde están las cosas y vas a salir con vida'».

Cabe señalar que la familia Ancalaf acusaba al «Jani» dehaber robado cuatro armas de fuego y cerca de un kilo de marihuana que una semana antes habían escondido al interior del mismo predio. «Antes de eso habían matado a un Carabinero y después de eso se le perdieron esas armas y esas drogas», relató.

«Cuando ya me estaba desplomando, me pescan y me suben a un auto, al maletero… sangrando, adentro de una bolsa iba… Iban a matarme, eso era lo único en que pensaba, que de esa no salía vivo», recordó la víctima.

En el terreno se construyó una improvisada ruca para mantener a la víctima secuestrada, la cual, pese a su mal estado, siguió siendo sometido a torturas que se prolongaron por una semana más.

«Me tiraban agua caliente, me echaban brazas calientes en la boca. Me amarraban de las piernas y agarraban la chueca y nos pegaban en el pene, en los testículos… Todos los días había sufrimiento nuevo», prosiguió su relato.

Cerca del lugar hay un río donde llevaban al hombre para ser torturarlo mediante ahogamiento en las denominadas «chinas». «Me agarraban de la cabeza, me hundían para abajo. Me tenían 10, 15 minutos abajo y me sacaban arriba. Mis pulmones no daban más ya».

A esas alturas el «Jani» ya tenía una profunda herida en su cabeza causada por el golpe del hacha, a esto se sumaba el corte de uno de los dedos de un pie, varias puñaladas y la acción de quemaduras por brazas y aplicación de corriente eléctrica.

Aparición de el «Cacharra»

Al cuarto día de torturas del «Jani», María Ancalaf, propietaria del recinto, visitó al hombre secuestrado señalándole que si no decía la verdad, lo mataría.

Esta le señaló que otro mecánico con el que había trabajado el «Cacharra» lo había delatado, pero el hombre lo contradelata y señala que este los había mandado a robar las armas.

Edgardo Mardones Beltrán, apodado «Cacharra», realizaba trabajos eléctricos para los Ancalaf. El día 8 de junio fue secuestrado por estos y se convirtió así en la segunda víctima, la única fatal, del macabro caso.

Cuando el «Cacharra» llegó a la ruca del secuestro, las torturas no se dejaron esperar. «Julieta (hija de María) pesca un alicate y le empieza a sacar los dientes a Edgardo», recordó el «Jani».

Acto seguido, añadió que «pescan una batería con corriente y nos empiezan a dar golpes de corriente», y así las torturas continuaron por ocho días, jornadas en las que estuvieron amarrados de sus genitales.

«Nos tenían amarrados de las manos, los pies y los testículos. Estaba en posición fetal hacia el lado derecho y Edgardo hacia el lado izquierdo. Amarraban nuestros testículos, los míos al de Edgardo, o sea, él se movía y nos tirábamos. Teníamos que estar en esa posición todo el rato», dijo el sobreviviente.

A esa altura, debido a la gravedad de las torturas, los secuestradores ya no los podían liberar, porque esto sería una prueba para ser investigados. «Me decían ‘los vamos a matar, los vamos a hacer desaparecer, ni los huesos van a pillar de ustedes’», expuso el «Jani».

Escape y asesinato

Una noche en que los secuestradores tomaron alcohol por varias horas, el «Jani» logró liberarse y aprovechó la ocasión para escapar del lugar, pese a los peligros de estar rodeado de hombres fuertemente armados.

«Yo iba con esta herida en la cabeza, donde me pagaron el hachazo, tenía esta parte abierta… En la pierna, esta parte donde tengo la puñalada, tenía un hoyo hacia adentro y la sangre corría, el dedo abajo, el tendón cortado, prácticamente el dedo colgaba para abajo», relató la víctima.

Tras darse cuenta del escape interrogaron al «Cacharra», quien según los Ancalaf había dicho que él soltó al «Jani». Por esta razón sus secuestradores lo mataron a golpes y luego trasladaron su cadáver a unos 25 kilómetros de la ruca. Allí realizaron una gran fogata para deshacerse del cuerpo del que no quedó ningún rastro, ya que previamente fue descuartizado y rociado con ácido.