Por Emett Brown
Por diversas razones, ante la indolencia de las autoridades y la negligencia inexcusable de los gremios, la agricultura tradicional, esa que nos provee de leche, carne granos, papas o porotos, ha venido siendo desplazada y por años maltratada, está en caída libre y los productores sometidos a condiciones financieras, a estas alturas, insoportables.
Irresponsablemente, están dejando caer a una actividad fundamental para la seguridad alimentaria de los chilenos y para evitar la migración de la gente a la ciudad. Incomprensible, en un país agrícola como el nuestro, que se encuentra sumido en la veleidosa dependencia de las importaciones de alimentos.
Se termina el período legislativo 2023 y los parlamentarios desaparecerán por un mes, el presidente seguirá de vacaciones y el ministro Esteban Valenzuela ha de andar por algún lado haciendo nada por el agro. En este contexto, parece relevante hacer un llamado a las autoridades a trabajar en revitalizar la agricultura, dejando de lado la defensa injustificada de intereses particulares, ajenos al bien común. Poner fin a las distorsiones de mercado, a las imposiciones de precios por poderes compradores reducidos y al imperio de los agroindustriales, debe ser el camino para desarrollar una agricultura sana y pujante.
Favorecer el desarrollo de cooperativas agrícolas con escala y tecnología de punta parece ser una buena idea para empezar a generar buenos puestos de trabajo, asegurar la seguridad alimentaria y dejar de depender de las importaciones.
Trigo en Crisis y defensas corporativas de intereses particulares: el ministro, COTRISA y ODEPA
En la Comisión de Agricultura de la Cámara Diputados del lunes 8 de enero pasado, pudimos ver exactamente las peores señales que el gobierno podía mandar al mundo agrícola: el ministro, ODEPA y COTRISA, desplegados en todo su esplendor defendiendo con pobres argumentos a la industria molinera frente a la imposición de precios a la que somete a los productores.
El ministro Valenzuela, en una intervención confusa y pobre intentó culpar al clima por la calidad y la cantidad de trigo producida en los campos nacionales, olvidando el impacto de otros factores fundamentales, como la cantidad de fertilizante utilizado y la falta de transparencia en el pago a los agricultores.
La crisis de precios de la temporada pasada y el alza de los costos llevó a que los productores no pudiesen aplicar fertilizantes de acuerdo con los estándares necesarios para obtener una buena cosecha. Ciertamente, el ministro ignora esta situación y demuestra su falta de conexión con la realidad del mundo del agro.
En la misma sesión de la Comisión de Agricultura, la directora de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias, ODEPA, Andrea García, y el presidente del directorio de COTRISA, Iván Nazif, intentaron establecer un contexto para justificar la situación de abuso a los productores de trigo por parte de los molinos, con argumentos débiles, rebatibles por cualquier técnico medianamente informado, entregando datos sobre precios y tendencias que sólo son una forma de ser condescendientes con prácticas abusivas en torno a los precios del mercado interno. Es verdad que los precios han bajado, pero nadie sabe qué pasará en el futuro. Ciertamente, el cambio climático, las guerras y problemas políticos, afectan, pero lo único importante es el precio de paridad de hoy y ese debe ser el que se pague a los productores chilenos.
El presidente de COTRISA, se desvió del problema de fondo y sus causas, evitando referirse a los abusos de un poder comprador poderoso en contra de los productores y la consecuente destrucción de la industria del trigo nacional, con las consecuencias que esta aparejada.
Lo del trigo es relevante, considerando que estamos en plena cosecha en el sur de Chile. La crisis de los trigueros es hoy y afecta hacia el futuro, poniendo en riesgo, incluso, la producción de la próxima temporada. Situación parecida es la que viven los productores de raps, de carne, de leche o de caldos de vino. No es una industria la que está en juego, es la agricultura en su conjunto, por lo que esperamos que el descanso estival llene de energías a los parlamentarios, al presidente y al ministro, aunque de él poco se espera. Pónganse serios, diseñen políticas públicas eficientes y justas, trabajen por el campo y su gente. El país se los demanda y nuestros agricultores lo merecen.